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La vida y otros cuentos


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«Pedro, no te rindas»

Hace tiempo que no escribo artículos de política. Dadas las circunstancias tan graves que estamos viviendo en estos momentos, me pongo el traje de comentarista y quiero dirigirme al presidente del gobierno de España para, sobre todo, enviarle mi cariño y respeto hacia su decisión de tomarse unos días de reflexión.

«Querido, presidente, querido compañero, eres una persona resiliente, valiente, después de todo lo que llevas pasado desde que te presentaste por primera vez a la Secretaría General del Partido Socialista Obrero Español con un proyecto innovador dando voz y voto a la militancia, recorriendo todo el país y ahora lo estás demostrando nuevamente cuando haces una carta abierta a la ciudadanía y tienes la valentía de comunicar tu decisión de tomarte unos días de reflexión, apartándote de todo el ruido y pensar solo en tus emociones.

Hay a quienes les cuesta entender tu decisión enviando insultos y burlas porque se creen que los políticos no tenéis sentimientos, estáis hechos de otra pasta, pero antes que políticos sois personas y como personas actuáis en la vida teniendo toda la legitimidad. Siempre por detrás del desempeño está la persona humana para hacer lo que crea conveniente y es legítimo hacerlo. Hay quien critica que lo hayas anunciado a través de una carta abierta, pero cuando una persona lo expresa en voz alta y lo entrega a la sociedad es transparencia. A otros, se les admite y se les apoya, a ti, no.

Llevas mucho tiempo, prácticamente desde el inicio de tu llegada a la presidencia del gobierno, recibiendo todos los días acoso y derribo por parte de los poderes fácticos y ha ido subiendo, día a día, una espiral de odio que ya ha rebasado todas las líneas rojas. Por eso, con tu carta abierta, nos has dado la oportunidad de que la ciudadanía nos planteemos también reflexionar sobre lo que está sucediendo. Y eso es lo que estoy haciendo y quiero compartir contigo.

No podemos permitir que el odio, el acoso de la extrema derecha con tal de llegar al poder, haga un golpe de Estado con maniobras de denuncias falsas para intentar acabar contigo y con tu familia. Basta ya de normalizar estas conductas. Los gobiernos se eligen en las urnas.

No podemos permitir volver a la España del blanco y negro, con partidos corruptos gobernando sin sonrojo, financiando bulos y falsedades.

Queremos continuar en la senda del progreso que tú has traído con la reforma laboral, la subida de las pensiones y del salario mínimo profesional, así como el histórico número de veintiún millones de trabajadores y trabajadoras afiliados a la Seguridad Social. Políticas que mejoran la vida de la gente. Tú, eres el referente de nuestro país en Europa y en el mundo. Contigo, la democracia se fortalece, Pedro.

Respeto la decisión que tomes, pero te digo:

Pedro, no te rindas, te necesitamos para seguir avanzando en derechos y libertades. España te necesita. Un abrazo y siempre contigo»


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¿Por qué escribo?

Antonio Real estaba concentrado delante del ordenador tratando de terminar su última novela, pero el teléfono no dejaba de sonar. Por fin, se animó a cogerlo.

—Dígame.

—Antonio, soy Anselmo, el rector de la Universidad —Escuchó al otro lado del hilo.

—¿Qué tal, Anselmo? Estoy muy ocupado. Dime en qué puedo ayudarte, pero rápido —le contestó con prisas.

Anselmo Rosillo, quería que el gran Antonio Real fuese a la Universidad, de la que él era rector, a dar una conferencia para los alumnos de Literatura. Le estuvo explicando en qué iba a consistir la conferencia y el posterior debate. El título era  “¿Por qué escribo?”. Después de una rápida conversación, se pusieron de acuerdo en el día y la hora y le prometió que allí estaría.

Antonio Real era un escritor consolidado y de fama en el mundo de las letras. Cada vez que publicaba, sus novelas eran éxito seguro aunque nunca se había planteado por qué escribía ni para qué. Ahora llegaba el momento de hacerlo y comenzaba a sentir un atisbo de incomodidad.

En los días siguientes, su prioridad era terminar la novela para su publicación, presionado por el editor. Como era costumbre en él se levantaba al amanecer y se ponía delante del ordenador a trabajar. Pero la pregunta no dejaba de rondar por su cabeza y los dedos se quedaban parados encima de las teclas del ordenador al tener el pensamiento ocupado en conseguir una respuesta. Así, comenzó a pensar en lo que es la literatura y para qué sirve. Pensándolo bien no tenía respuesta y se decía a sí mismo: “Será que escribo porque no tengo facundia y prefiero escribir a hablar”. En seguida descartó confesar en público esa respuesta. “Quizás no tendría que haber aceptado la invitación” —pensaba—, al estar viendo cómo su trabajo se retrasaba y la respuesta se estaba convirtiendo en una obsesión. Ahora, a su edad, tenía que retratarse como escritor y no sabía cómo definirse. Por la noche, no dejaba de dar vueltas a lo mismo y el insomnio, que hacía algún tiempo había logrado vencer, volvía de nuevo con fuerza, sintiendo, otra vez, al monstruo de sus miedos e inseguridades que no le dejaba en paz. 

Al fin, Antonio Real, no se atrevió a declinar la invitación del rector y decidió ir a la conferencia después de poco dormir y mucho pensar, investigar y leer.

Ese día se despertó muy temprano, hizo un desayuno contundente, cogió su coche y se dirigió a la Universidad. Cuando entró al recinto abarrotado lo hizo con gesto seguro, sabiendo por una vez, lo que quería decir. El rector le presentó ante los asistentes, todos jóvenes estudiantes de literatura, invitándole a subir al estrado.

—Buenos días a todos y todas —Saludó, Antonio Real con mucha amabilidad—.

Sin más preámbulos comenzó diciendo:

—Agradezco mucho la invitación del rector y ante la pregunta de por qué escribo, os podría decir que lo hago porque elegí este trabajo que me gusta, pero la verdad es que no sé porqué escribo y os confieso que tampoco me preocupa demasiado no saberlo. Comencé de manera espontánea y creo que no sé hacer otra cosa.

Los estudiantes, al escuchar su confesión, no le dejaron continuar hablando, se pusieron todos en pie y le dieron un sonoro aplauso. En ese momento, el monstruo se esfumó y nunca más volvió a visitarle.


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Hemos de hablar

Era el mes de noviembre de 1972. Isabel, de veinticinco años, delgada, de cara fina, pómulos prominentes, ojos grandes muy negros, vivía en Toledo desde hacía varios años que llegó desde su pueblo natal, Alcolea de Tajo, para estudiar Turismo. Acababa de terminar la carrera  y estaba muy contenta con el trabajo que había conseguido en una multinacional. Trabajaba en el departamento de Internacional, los compañeros que tenía cerca eran encantadores. Sobre todo su jefe. 

Alberto Suárez era un hombre joven, manchego, casado, de treinta y cinco años, apuesto, de mirada atractiva y voz cautivadora.  Era el jefe de Internacional y consejero delegado de la empresa Global Media filial de la norteamericana Global Incorporated, proyecto que inició, hacía cuatro años, junto a tres amigos emprendedores, a la vuelta de Estados Unidos donde estuvo cursando estudios superiores. Tenían una estrecha colaboración sacando adelante proyectos muy interesantes entre los dos.

Se aproximaban las navidades y la familia de Isabel quería ir a Toledo a pasar el fin de año con ella. Sabía que su jefe era muy conocedor de los mejores sitios y al término de una de las reuniones, le preguntó:

 —Viene la Navidad y me gustaría ir a algún sitio a celebrar la Nochevieja con mi familia. ¿Sabes de alguno que esté bien?

—Hay un lugar en las afueras que es muy agradable. Si quieres, te llevo a verlo y podemos cenar allí.

Ella asintió y quedaron para ir el sábado por la noche. Se puso sus mejores galas porque estaba muy emocionada con la cita. A Isabel le gustaba mucho Alberto, su forma de ser y de relacionarse, pero tenía un inconveniente, estaba casado.

Quedaron a las nueve frente al bar que estaba delante de la empresa y allí llegó Alberto con su flamante Seat 1500 bifaro.

—¿Qué tal, Isabel? Estás guapísima —le saludó invitándole a subir al  coche.

—Gracias, Alberto. Tengo mucha curiosidad por ver el sitio. Confío en ti.

La noche fue excelente para los dos. A Isabel le encantó la sala de fiestas  en la que había un magnífico restaurante donde pasaron una agradable velada. Se conocían en la faceta laboral y aunque, a diario, comían juntos con el resto de compañeros en el comedor de la empresa, no habían coincidido fuera del trabajo. Conectaron muy rápido y sintieron que la química que tenían funcionaba también en el ocio. Cuando Alberto la dejó en el portal de su casa la cogió por el hombro dándole un beso en la mejilla para despedirse. Subió en el ascensor como si estuviera en las nubes, no se podía creer lo que estaba pasando con su jefe.

El lunes por la mañana, cuando se volvieron a ver, sus miradas eran de complicidad.

—Buenos días, Isabel. Cuando puedas, vienes a mi despacho.

—Buenos días, de acuerdo.

Isabel pensó que sería para hablar de cosas de trabajo. Pero no fue así. 

—El sábado fue una noche muy especial para mí. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con alguien.

—Yo también lo pasé genial.

—Debemos repetir.

Ella se sonrojó y se sintió azorada, lo que provocó en él una sonrisa.

Comenzaron a quedar, cuando podían después del trabajo, en alguna cafetería discreta o al término de alguna convención. Al principio, Isabel se cuestionaba salir con su jefe por doble motivo, era su jefe y estaba  casado. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, dejó de pensarlo y se echó en brazos de la aventura del amor y de la vida con Alberto Suárez. Cada vez que tenían oportunidad se veían en hoteles discretos donde vivían su amor a escondidas.

Isabel, en el mes de marzo, notó un retraso en el periodo. No le dio demasiada importancia porque tenía frecuentes anomalías. Pero, en este caso, el retraso fue porque estaba embarazada. Se hizo la prueba y dio positivo. 

No le dijo nada a Alberto hasta que ella misma aceptó la situación de tener que enfrentarse a comunicarle el hecho. Fue en un momento del día en el que estaban solos en el despacho.

—Hemos de hablar, Alberto.

—Cuéntame, querida. —le respondió sin darle importancia a lo que quería decirle.

—Mejor hablamos después del trabajo porque es importante lo que tengo que decirte.

Él se quedó mirándola extrañado y asintió con la cabeza.

Esa tarde, al salir del trabajo, se fueron a la cafetería a la que solían ir, a menudo. Después de sentarse y pedir la consumición al camarero, Isabel le soltó a bocajarro. 

—No me ha venido la regla y tengo retraso de un mes. Estoy embarazada.

Alberto se quedó mirándola sin saber qué decir. La expresión de su cara era de estupefacción y lo único que se le ocurrió preguntar era si no tomaba medidas para evitarlo.

—Eso es lo único que me tienes que decir. Lo siguiente será que tú te desentiendes de todo.

Isabel se levantó para dirigirse a la salida cuando Alberto la cogió del brazo y la hizo volver a la mesa.

—No quiero que pienses que no voy a colaborar. Voy a estar a tu lado en todo lo que necesites, pero creo que, tanto para ti como para mí, es mejor no tener este hijo. Te ayudaré y pagaré lo necesario para que puedas tener un aborto seguro.

Isabel se echó a llorar desconsolada y ya no quiso hablar más en todo el camino de regreso. Era viernes y hasta el lunes no se volvieron a ver. Pasó un fin de semana muy estresada, sentía miedo, mucho miedo pensando en lo que se le venía encima, tanto si optaba por tener ese hijo o por abortar en clandestinidad ya que, en España, estaba prohibido hacerlo. Y sin poder contárselo a su familia. 

El lunes vio llegar a Alberto, cabizbajo, con barba de varios días. Saludó con un apagado “buenos días” y se fue directo a su despacho. A los diez minutos llamó a Isabel para decirle que había estado hablando con alguien y que tenía ya preparado quién podría hacer el aborto con totales garantías.

—Lo tengo que pensar. Estoy muy confundida y tengo mucho miedo.

—Yo voy a estar a tu lado.

Isabel pasó la peor semana de su vida. Si decidiese tener ese hijo sería una madre soltera, marginada, sufriendo la presión social que existía en aquel tiempo. Y abortar, en clandestinidad, le daba mucho miedo. Después de mucho pensar, optó por el aborto.

 Cuando llegó el día, Alberto la estaba esperando con el coche en la puerta de su casa. Se sentó hecha un ovillo saludando con un escueto “buenas tardes”. No hablaron más en todo el camino. La cita era en un piso antiguo del centro de Toledo. Era el primero sin ascensor. Las piernas le temblaban al subir las escaleras. Cuando llamó a la puerta abrió una mujer entrada en años indicando donde estaba el baño y que se desnudara de cintura para abajo. Al salir, en el centro del salón, había una mesa de madera alargada y estrecha, tapada con una sábana blanca, donde le dijeron que se subiera. En ese momento, Isabel creyó que se iba a desmayar, pero consiguió tumbarse. Al echar la vista al lado derecho vio, en la sábana, restos de sangre de alguna intervención anterior.

Alberto estaba a su lado, cogiéndole la mano. La mujer, entrada en años, le dijo que abriera bien las piernas para introducir por su vagina una especie de pinzas que estaban en un cubo de plástico. Las sacaba y las volvía a meter varias veces con lo que el dolor que le producían era terrible. Cada vez que sacaba las pinzas salían llenas de sangre. Rota de dolor no paraba de llorar y gritar hasta que, después de varios intentos, paró la mujer y dijo que ya estaba solucionado. La dejaron en la mesa, descansando un rato, dándole medicamentos para evitar la hemorragia. Bajarse le supuso un tremendo esfuerzo, casi no podía  caminar. Se fue al baño, se vistió cómo pudo y salió de la casa bajando las escaleras agarrada al brazo de Alberto. El silencio fue también protagonista en el regreso solo perturbado por el llanto desconsolado de Isabel.

Los días siguientes fueron muy duros. No paraba de sangrar y las compresas no daban a basto. Sola, asustada, con su familia lejos sin poderles contar nada de lo que estaba pasando. No sabía a quién llamar ni qué hacer en estas circunstancias; no se atrevía a buscar ayuda médica  porque sabía que después iría a la cárcel. Pensaba que se moría. Se acordó de Olga, una amiga enfermera que trabajaba en el hospital general de Toledo. Se puso en contacto con ella y pudo facilitarle el teléfono y la dirección de un médico amigo. Como no podía moverse fue el doctor quien se trasladó a su casa. Por fortuna, los medicamentos que le facilitó le fueron bien y logró recuperarse.

Sin embargo, las consecuencias emocionales tardaron más que su recuperación física. La llevaron a sensaciones muy diferentes entre sí;  a veces de culpa, otras de pérdida y otras de ansiedad generalizada. Hasta que logró superar todo el proceso pasó un tiempo considerable.  Se dio de baja en la empresa, se fue de Toledo a Madrid donde encontró un trabajo de guía turístico y conoció al amor de su vida. Con el tiempo, se enteró de que Alberto Suárez, cinco meses después, fue padre de una niña fruto de su matrimonio.

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Hoy, muchos años años después, Isabel, sentada en el jardín de su chalet de El Viso, al escuchar el debate que hay de nuevo sobre el aborto al dar el Tribunal Constitucional el aval definitivo a la ley del aborto aprobada en el año 2010, recuerda aquellos días con tristeza, pensando que tuvo suerte, después de todo, al no estar en la cifra de mujeres muertas por practicar el aborto en condiciones infrahumanas. De lo que está segura es de que seguirá luchando para que otras mujeres no pasen por lo mismo que ella pasó.

«Legalizar el aborto es un paso trascendental para obtener una sociedad más equitativa, más igualitaria, más democrática y finalmente más humana». Dora Barrancos. Historiadora.


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NAVIDADES DE ILUSIÓN

«Al corro de la patata, comeremos ensalada…, Abela, jugamos otra vez, al corro de la patata… Abelo, ven también a jugar… Abela, me pongo tus zapatos, tac tac tac tac tac…» Con la pequeña bicicleta dando vueltas alrededor de la mesa del salón «semáforo rojo: Stop. Verde: circulen, circulen»… «Navidad, Navidad, dulce Navidad, la alegría de este día…» Mis nietas, gemelas, de dos años y medio, jugando con nosotros, sus «abelos»

«Yaya, oyeeeee quiero gueta, (galleta)… Ayo, cars, cars (película en la televisión) Yaya, Ayo muacks, muacks…», mi nieto, de veinte meses, va corriendo de un lado a otro del salón con el balón, o con el autobús que le ha traído Papá Noël, tirándonos besos con sus manitas.

Estos días navideños y el comienzo del nuevo año, han estado marcados por la ilusión de la infancia. No pensaba volver a jugar al corro de la patata o pintar con mi nieto en la pizarra. Sin embargo, nos trasladamos a cuando éramos padres, de sus propios padres, y recordamos lo que hacíamos adaptándonos al presente. Corremos detrás de ellos, cantamos al lado del árbol y viendo el brillo de felicidad en sus miradas, hacemos lo que haga falta. Es el amor incondicional hacia nuestros nietos; una relación entre ellos y nosotros que es una de las más maravillosas formas de amor. Mágicos momentos que nos brindan los juegos con ellos, sobre todo, en estas fechas de Navidad. El tiempo que pasamos juntos se convierte en especial y enriquecedor para todos.

Está a punto de llegar uno de los días más esperados y mágicos del año, el de los Reyes Magos. Las ilusiones se dan cita en esta noche. Mañana, ver las caritas de ilusión y felicidad de mis nietas y mi nieto rompiendo el papel que envuelve los regalos para descubrirlos, compartiendo con ellos la magia de ese día, van a ser momentos únicos e inolvidables. Sus sonrisas y su ilusión serán, para nosotros, el mejor regalo.

FELIZ AÑO 2024 – FELICES REYES


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El hombre misterioso

Cada vez que Margarita vuelve al pueblo que le vio nacer, no puede evitar recordar el suceso que allí tuvo lugar aunque hayan pasado ya diez años.  

Es de Pocillo de las Torres, un pequeño pueblo, de pocos habitantes, situado en la comarca leonesa de El Bierzo. Lugar privilegiado que brilla con luz propia y donde se ven paisajes únicos en los que el terreno arcilloso combina con la extensa vegetación, así como terrenos abruptos de pizarra o caliza que impresionan. 

La familia de Marga, como la llaman en casa, es de los mayores hacendados de la comarca. Tienen tierras de labranza y una buena situación económica. Ella es la pequeña de los tres hijos que han tenido Eulalia y Ramón, sus padres. Remedios, la segunda y Francisco el mayor. Y la más bonita, alta, esbelta, con los ojos de color del cielo y una mirada que cautiva.

Al terminar los estudios primarios se fue a León para hacer el bachillerato y después a Madrid para continuar en la Universidad Complutense donde se licenció en Ciencias Empresariales. Durante ese tiempo, vivió en casa de su hermano, un chalet cerca de Puerta de Hierro. Francisco, dominaba las finanzas y tenía pingües beneficios. Cuando podía y tenía algo de tiempo a Marga le gustaba volver al pueblo. Cualquier momento era bueno para estar allí con sus padres y su hermana Remedios. 

Su abuela, Jacinta, una anciana de cabellos blancos, menuda y de cara bondadosa, siempre la esperaba con los brazos abiertos. Era la matriarca de la familia y el gran apoyo de su hija Eulalia. La anciana gozaba de un gran patrimonio. Su casa estaba al final de la calle principal. Era la mejor casa del pueblo, grande y con un cuidado jardín. A Marga le gustaba estar con ella, disfrutaba escuchando historias de su juventud.

Una de las noches que salió de su casa  para ir a la de sus padres, vio por la acera de enfrente a un hombre desconocido concaminar acelerado. Vestía un abrigo largo y llevaba un sombrero de ala ancha que ocultaba su identidad. La noche estaba oscura y el viento soplaba con fuerza por lo que Marga aceleró el paso para llegar a casa cuanto antes. Nada más entrar se lo comentó a su madre.

—Mamá, he visto a un hombre, que no es del pueblo, con un aspecto misterioso. Sombrero calado para no verle la cara y caminando muy rápido. No me ha gustado nada.

—Será algún forastero que ha venido para la matanza que comenzará dentro de unos días.

Marga no dijo nada más y se marchó a su habitación dándole vueltas a la cabeza.

Pocillo de las Torres era un pueblo tranquilo en el que nunca pasaba nada, nunca hasta aquel momento, porque la calma predominante se vio perturbada por la presencia del forastero misterioso.

Los días siguientes el hombre seguía en el pueblo, siempre solo, sin hacer nada fuera de lo común, con el mismo abrigo y el mismo sombrero, pero alguna de las noches le vieron, acechando, dentro de un coche de color negro.

La gente se preguntaba quién era y qué estaba haciendo allí. Los rumores se extendieron rápidamente por todo el pueblo. Algunos decían que era un ladrón que buscaba robar la casa de la rica anciana del final de la calle, mientras otros pensaban que venía buscando a alguien del lugar. Todos observaban en silencio sus movimientos, pero nadie se atrevía a confrontarlo. Los días pasaron y el hombre seguía allí. La tensión cada vez se hacía más palpable. Jacinta se fue a vivir esos días a casa de su hija para estar más segura.

Una mañana de la semana siguiente a su llegada, el hombre misterioso desapareció sin dejar rastro. Marga fue a  casa de su abuela para asegurarse de que todo estaba bien, pero descubrió algo aún más misterioso. La puerta de la casa estaba abierta y dentro encontró la caja fuerte vacía y una nota que decía «Lo siento, tuve que hacerlo…»

Se quedó en shock, vio cómo habían desaparecido todas las joyas y una importante suma de dinero que su abuela guardaba. Una  pregunta permanecía en su mente: ¿Era el hombre misterioso el que robó en la casa de la abuela?, ¿por qué lo hizo?

La intriga y el misterio continuaron desafiando durante semanas no solo a la familia de Marga, también a los habitantes del pequeño pueblo y a la guardia civil que investigó el caso, pero nunca se logró saber más del hombre misterioso. 

Tiempo después, cuando Margarita conoció a la novia de su hermano Francisco, se dio cuenta de que una de las joyas que lucía en la muñeca era la pulsera de oro y brillantes de su abuela Jacinta. En ese momento, recordó cuando vivía con él en su chalet de Puerta de Hierro, lo mucho que le gustaban los juegos de azar “online”. Observaba cómo gastaba importantes sumas de dinero. Ella lo veía como una adicción que su hermano no quería reconocer. Se volvió muy retraído y salía poco de su casa. Su mayor interés era estar frente al ordenador.


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Viaje a los Fiordos

Después de contratiempos inesperados que hemos tenido este verano, finalmente, hemos podido hacer este viaje que desde hace tiempo queríamos realizar.

Día.-1 Tomamos el vuelo con destino a Oslo, capital de Noruega.

Ha sido un vuelo muy tranquilo llegando antes de la hora prevista. Y he sentido un placer inmenso, ver nuevamente las nubes, desde la ventanilla del avión, como si fueran algodón, como si fueran nieve, volviendo a disfrutarlas.

Salimos del aeropuerto y nos estaba esperando el guía que íbamos a tener durante todo el viaje. Nos recibió un clima diferente al que habíamos dejado en Madrid con nubes oscuras que presagiaban lluvia. Nos fuimos conociendo todos los que íbamos a formar parte del grupo durante el viaje. Subimos al autocar con dirección a Hamar, primera parada en esta ciudad de entrada a los fiordos.

Hamar es una ciudad que tiene el lago más grande de Noruega, el lago Mijosa. Hace años era una importante ruta de transporte, hoy es solo navegable para barcos de placer y rutas de turismo. Se fundó por primera vez en el siglo XI, como ciudad residencial de obispos. Fue la única ciudad medieval en Noruega. Cuando llegamos, aunque estaba lloviznando pudimos dar un paseo por la orilla del lago y caminar por la ciudad que es la más grande del interior del país.

Después del paseo y de acomodarnos en el hotel, pasamos a la cena con una agradable conversación de todos los componentes del grupo.

Día 2.- Laerdal. Comenzamos el día con un típico desayuno escandinavo y nos dirigimos a la Noruega más bella, hacia Laerdal, en pleno corazón del fiordo de los Sueños. Durante el trayecto, nos explica el guía que Noruega tiene cinco millones y medio de habitantes y es un país en el que solo el 3% se dedica a la agricultura. Su principal riqueza es el petróleo y tiene noventa y seis mil lagos. Pasamos por el túnel más largo de Europa con 24 kilómetros y medio de longitud.

Las casas de madera son una de las construcciones más típicas de Laerdal. Hoy son tiendas de decoración y restaurantes. Imprescindible visita a la iglesia de madera de Borgund. Impresionante construcción que data del siglo XII y es de las pocas iglesias de madera que quedan en el país.

Seguimos el camino para comer en Gudvangen y hacer el crucero por el fiordo Sognefjord, o fiordo de los Sueños. Este pequeño pueblo es muy popular para el turismo, ya que es un puerto de escala para el recorrido de los fiordos.

La comida ha sido muy divertida y cada vez vamos cogiendo más confianza en el grupo. Un vez finalizada, vamos hacia el puerto. Este fiordo es el más largo y profundo de Noruega con 1.308 metros de profundidad. Nos ofrece unos paisajes impresionantes que nunca antes habíamos contemplado.

Dos horas disfrutando de un espectáculo de naturaleza nunca visto y la llovizna que ha caído durante todo el día, nos ha respetado.

Sigue la belleza del paisaje en el hotel que nos alojamos en Laerdal, que está a los pies del fiordo, con unas vistas maravillosas y una cena fantástica.

Día 3.- Tren de Flam Después de un descanso reparador y un buen desayuno, salimos para hacer la excursión del tren de Flam. Durante el trayecto seguimos disfrutando del precioso paisaje que nos rodea. Las nubes queriendo quedarse entrelazadas en las montañas y un cielo azul queriendo abrirse paso.

Llegamos a Flam, un pequeño pueblo situado al fondo del fiordo Aurlandsfjord rodeado de paisajes maravillosos. Fuimos a la estación donde nos estaba esperando una de las principales atracciones del país, la excursión en el famoso Tren Flamsbana. Se dice que es uno de los viajes en tren más bonitos del mundo. Comenzó su construcción en el año 1923 y terminó en 1940. Parece ser que es una de las mayores obras de ingeniería de Noruega.

Acomodados, ya en el tren, comenzamos la excursión que tiene una duración de una hora y va desde el nivel del mar de Aurlandsfjord hasta la estación de montaña Myrdal situada a 866 metros sobre el nivel del mar. Es un viaje para los sentidos. El tren hace parada en La cascada Kjosfossen, impresionante, donde podemos contemplar la caída continua del agua a la vez que una bailarina vestida como un legendario Huldra, canta y baila una típica canción noruega frente a la cascada. Durante los veinte kilómetros de viaje, atravesamos un buen número de túneles que atraviesan las montañas y la mayor parte del trayecto discurre por una pendiente de un 5,5%. Desde la ventanilla admiramos paisajes salvajes, únicos, ríos caudalosos con grandes desfiladeros, montañas y casitas en los bosques siendo de lo más bonito de los fiordos noruegos. Coincidimos todos en que ha sido una excursión inolvidable.

Continuamos viaje hacia Bergen, corazón de los Fiordos.

Bergen tiene 275.000 habitantes y es la segunda ciudad más grande del país, donde llueve, al menos, 200 días al año. Tuvimos suerte cuando la visitamos porque el sol fue protagonista con buena temperatura. Tiene a su alrededor siete montañas y está bañada por dos fiordos. La mitad del centro de la ciudad es terreno quitado al mar. Es una ciudad con mucho encanto y muy urbanita al tener un número importante de estudiantes, lo que garantiza gran ambiente en los bares y terrazas al aire libre.

Disfrutar de toda la ciudad desde el mirador del monte Floyen es una de las maravillas que podemos contemplar. Otra maravilla son las casas Hansas, casitas de madera de colores tan características de Bergen que están en el barrio llamado Bryggen desde el siglo XIV. En aquella época eran residencia de «el Hansas», un gremio de comerciantes de bacalao. Hoy el barrio es Patrimonio de la Humanidad y las casas están dedicadas a tiendas turísticas y restauración.

Otro sitio que no hay que perderse es el Mercado del Pescado. Está en el puerto de la ciudad con una gran animación de puestos y terrazas para degustar pescado del país, como el salmón o la ballena. Hay puestos en los que tienen huevas del más variado pescado envasadas al vacío para poder llevarlas sin que se estropeen. Pasamos una tarde muy agradable degustando esos productos.

Día 4.- Nos disponemos a continuar disfrutando de este viaje tan especial en cuanto al paisaje, al clima, que nos está respetando, y al grupo de compañeros y compañeras con los que compartimos, risas, charlas, comidas. Ha sido una suerte que no siempre se da.

Hoy nos adentramos en la región de Geilo, una zona de montaña muy reconocida por las estaciones de esquí. En el trayecto, seguimos quedándonos impresionados con la belleza del paisaje. Las cámaras de los móviles no dan a basto para guardar tanta belleza.

Hacemos una parada para ver la cascada Voringfossen, situada en lo más alto de Mäbodalen en el municipio de Eidfjord. Tiene una caída de 182 metros con caída libre de 145 metros. Está considerada como una de las mas bellas de Noruega. El gran puente peatonal escalonado que tiene sobre la cascada dicen que es solo para valientes y nosotros lo fuimos. A 150 metros de altura tuvimos unas vistas excepcionales aunque con algo de inquietud al sentir el puente moverse. Simplemente, espectacular.

Continuamos el viaje para comer en Geilo, una localidad rodeada de cordilleras montañosas que en inverno se convierte en estación de esquí. Nos deleitan con una comida estupenda y un salmón exquisito. Al finalizar damos un paseo por los alrededores viendo el bonito paisaje de las pistas de esquí que ahora, en verano, están llenas de vegetación.

Llegamos a Oslo al atardecer y nos recibe el sol con un cielo azul. La primera imagen que vemos es la del fiordo con numerosos barcos atracados en el puerto.

Comentamos, durante la cena, el clima tan bueno que estamos teniendo y llegamos a la conclusión que donde vamos los españoles llevamos el sol y el buen tiempo. Una velada muy agradable con risas y muy buena conversación.

Día 5.- Oslo. La capital de Noruega está situada en la costa sur en la cabecera del fiordo. Desde el año 1624 hasta el 1897 se llamó Christiania y Kristiania desde 1897 hasta 1925. El nombre original de Oslo fue recuperado en julio de 1924 y se hizo efectivo el 1 de enero de 1925. Es la ciudad más poblada de Noruega. Es una ciudad moderna, con numerosos museos sin olvidar el que tiene el original del cuadro «El grito» de Edvard Munch dedicado al artista. Su patrimonio histórico es pobre al ser, en varias ocasiones, desde la Edad Media, incendiada, aunque siempre fue reconstruida. En la segunda guerra mundial también fue objetivo clave en la invasión alemana de Noruega, ya que los nazis necesitaban ocupar el puerto para el suministro de sus tropas. A pesar de ello, consiguieron sacar del país a un número considerable de judíos. Está el monumento de las sillas en memoria de los judíos. Es muy emotivo verlas expuestas en el parque. Continuamos la visita por la ciudad viendo la original Casa de la Ópera de Oslo construida en el año 2008. Se encuentra en el centro de la capital, junto al fiordo y se puede caminar por su tejado. Una construcción realmente original.

La zona oeste es de las más bonitas de la ciudad. Pasear por sus barrios es una delicia. Edificios que parecen copiados de París o de la ciudad alemana de Dresde, según nos comenta la guía local que nos acompaña. Entrar en la ciudad con automóvil, desde el año 2019, está muy restringida, pagando cantidades importantes dependiendo del tipo de vehículo.

Desde allí nos trasladamos al parque más sorprendente que tiene esta ciudad. Se llama parque Vigeland en honor al arquitecto noruego Gustav Vigeland. El parque recoge su gran obra, más de doscientas esculturas, realizadas en piedra y bronce, relacionadas con el proceso de la vida. Cuando vi las puertas de hierro forjado de la entrada me recordó al parque de El Retiro de Madrid. Es un gran espacio de flores y vegetación en el que se puede pasear admirando las esculturas y disfrutando con tranquilidad del paisaje.

Una vez terminada la visita con la guía local, nos dirigimos a ver la ciudad por nuestra cuenta.

Oslo tiene una calle principal llamada Karl Johans que parte desde el Palacio Real y finaliza en la estación central de tren. Se llama así en honor al rey Karl Johan. Frente al Palacio Real se puede ver también una escultura que le rinde homenaje. El Palacio Real nos sorprendió por su fácil acceso y poder pasear por sus jardines. Cuando la bandera ondea encima del palacio, es la consigna para saber que los reyes están allí.

A lo largo de la calle hay numerosas terrazas y cafeterías con un día de sol fantástico, incluso con algo de calor. Hay mucho ambiente, con mercadillos de artesanía y muchas tiendas de moda. Está el Parlamento, la Catedral y el teatro Nacional.

El 10 de diciembre de cada año, en Oslo, se otorga el premio Nobel de la Paz. La ceremonia se hace en el Ayuntamiento. El edificio es muy original, modernista y se inauguró en el año 1950 aunque su construcción comenzó en 1930, pero la invasión nazi frenó su finalización.

Ha sido un día muy hermoso, en muy buena compañía, con sol y mucha luz. Quien lo diría en esta tierra de frío y nieve. El hotel nos acoge con una cena reconfortante y una agradable tertulia.

Día 6.- Nuestro viaje va llegando a su fin, dejando atrás la tierra de los fiordos. Hoy es el día que cambiamos de país. Nos dirigimos a Suecia, otro país de los que conforman los países nórdicos. Llaman a Suecia el país de las islas. Tiene 21.000 islas. La religión mayoritaria es la luterana. En concreto, vamos a Estocolmo, su capital. En el trayecto, se va viendo el cambio en el paisaje, muy diferente al que nos ha acompañado.

Hacemos un alto y nos paramos en Karlstad, una bonita y pequeña ciudad del condado de Värmland bañada por dos grandes cursos de agua natural, la del río Klara y el gran lago Vänern con su archipiélago de numerosas islas. La llaman la ciudad del sol en Suecia, al ser una de las más soleadas del país. En ella nació la primera mujer ganadora del nobel de literatura, la escritora Selma Lägerlof.

Caminamos a pie por ella y en la plaza principal nos encontramos con una estatua que representa a una mujer con una espada rota levantada en el año 1955 para conmemorar los 50 años de la disolución pacífica entre Noruega y Suecia. Nos comentan que la estatua está considerada por muchos como la más fea de Suecia. Para gustos….. jejeje

Llegamos a Estocolmo alojándonos en un céntrico hotel con estación de metro cerca. Después de acomodarnos y cenar, decidimos, parte del grupo, salir a ver y disfrutar de la ciudad por la noche. Cogemos el metro hasta el centro y nos bajamos en la estación de Gamla Stan donde se ubica el barrio del mismo nombre. Este barrio está situado en el casco antiguo de Estocolmo. Sus calles están hechas para caminar y entretenernos en todas las tiendas aunque ya están cerradas. Tiene muchas plazas con restaurantes y cafés que antes eran antiguas tabernas. A pesar de ser fin de semana, la noche no tiene demasiado ambiente, aunque sí mucho encanto pasear por sus callejuelas. Nos paramos en un café a tomar unas copas pero duró poco porque ya estaban cerrando. No nos ha importado que no hubiera mucho ambiente porque la diversión ya la llevábamos nosotros. Ha sido una noche estupenda de risas y confraternidad. Llegamos al hotel con la sonrisa en la cara encantados de la complicidad y el compañerismo que hemos tenido.

Día 7.- Estocolmo, capital de Suecia, está sobre 14 islas y tiene el tercer lago más grande de Suecia, el lago Mälar que desemboca en el mar Báltico. La primera mención de la ciudad la sitúan en el año 1252 en la pequeña isla de Stadsholmen que hoy se llama Gamla Stan y no es hasta el año 1436 que Estocolmo se proclama capital de Suecia. Actualmente, tiene unos dos millones de habitantes. Está rodeada de naturaleza al tener una tercera parte de la ciudad formada por parques. Es de una gran belleza en la que se conjuga muy bien su parte histórica y su parte moderna.

Comenzamos haciendo un recorrido por la zona más moderna de Estocolmo, su larga avenida Drottninggatan, llena de edificios modernos y centros comerciales. Esta avenida termina en la plaza Hötorget donde está la sala de conciertos más grande de la ciudad. De allí nos vamos al puerto de Stadsgärden. Aunque la ciudad tiene alrededor de siete puertos, este es el más importante de todos ellos. Es de una belleza espectacular al estar rodeado de edificios antiguos. El Palacio Real de Estocolmo es uno de ellos. Desde el Palacio hay unas vistas maravillosas del puerto. A orillas del mar Báltico vemos el museo de fotografía más importante de Estocolmo, Fotografiska.

Finalizamos la visita guiada llegando al casco antiguo de Estocolmo, Gamla Stan. A la luz del día cambia absolutamente. Las calles tienen mucha vida, mucho turista y pasear por ellas a veces se hace difícil. Nos quedamos en la plaza Stortorget donde están los preciosos edificios del siglo XVII pintados de colores muy alegres. Dentro del casco antiguo podemos ver la catedral de San Nicolás o el museo Nobel que abarca toda la historia de los premios. En el Ayuntamiento de Estocolmo que data del año 1923, es donde se celebra el banquete anual con los premiados.

El pasear por el día en esta zona de Estocolmo es totalmente diferente a la noche. Llena de vida, de gente, de tiendas abiertas en las que nos vamos parando para comprar algunos regalos. Las terrazas abiertas es otro de los atractivos de esta ciudad de gran belleza.

Después de comer fuimos paseando por los parques de la ciudad en la que albergan conciertos, mercadillos de artesanía e infinidad de terrazas alrededor de ellos. La tarde se puso algo lluviosa y nos quedamos en uno de los cafés del puerto admirando toda su belleza.

Llegamos al hotel a cenar y preparar el equipaje para el día siguiente salir hacia el aeropuerto, no sin antes tener una buena tertulia con las vivencias, las anécdotas, la magnífica convivencia que hemos tenido durante el viaje.

Día 8.- Después de desayunar en el hotel, nos recoge el autocar. Salimos rumbo a España sin retraso y llegamos puntuales.

Vamos llenos de imágenes en la retina, con un gran cariño hacia el grupo tan estupendo que hemos tenido. El viaje ha sido fantástico, pero con un añadido muy importante, la calidad humana de todos que comenzamos siendo compañeros y finalizamos siendo amigos. Inolvidable.


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Madrid, Madrid, Madrid

Hoy, día de San Isidro, patrón de la ciudad de Madrid, es fiesta en la capital y madrileños y madrileñas salimos a divertirnos con los trajes típicos. Chulapas, chulapos, goyescas, goyescos paseando por la pradera de San Isidro tomando unas rosquillas del santo llamadas «tontas, listas y de Santa Clara», o marcándonos un chotis en un baldosín «como está mandao» en la Plaza Mayor.

No puede faltar la tradición de beber del agua del santo y comer un buen cocido madrileño, costumbres muy castizas de Madrid. Días de diversión que finalizan hoy, el día grande de Madrid, ciudad abierta, plural, de acogida en la que nadie pregunta a nadie de dónde viene ni de dónde es. Os invito a ver el vídeo:

Vídeo, con 17 premios internacionales, «Flamenco Madrid 2017», presentando la llegada de unos visitantes muy especiales descubriendo lugares emblemáticos de Madrid.

¡¡¡ VIVA MADRID!!!!


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Viaje al infierno

Gaby salía encantada por el éxito que había tenido la jornada de ayuda a las mujeres víctimas de trata que había organizado a través de la asociación que ella preside. Junto a Irina, Ángela y Sofía, después de haber superado las tres su terrible experiencia, han construido unas vidas positivas que sirven de guía y apoyo a esas mujeres. El objetivo es darles un futuro a todas ellas que hasta ese momento se les había negado. 

Actualmente, es feliz; vive con su madre en un pueblo cercano a Madrid. Pero sus inicios, cuando llegó a España, fueron muy duros.

Nació en Sandomerz, un pueblo al norte de Polonia bañado por el río Vístula. Hija única, de familia humilde, su padre las abandonó a ella y a su madre, Olga, cuando tenía tres años. Olga, de expresión triste y consumida por la escasez, tuvo que ponerse a trabajar en diferentes sitios para poder sacar adelante a su hija.  Gaby se crió con muchas carencias por la gran precariedad económica que había en su casa. Con dieciocho años trabajaba en lo que podía y su carácter rebelde la hizo  involucrarse en manifestaciones, participando activamente en movimientos contra el Gobierno de su país. Por las redes sociales conoció a Boris, un ciudadano ruso de 40 años, fuerte complexión y muy simpático. Residía en Madrid y comenzaron a escribirse por whatsapp. Poco a poco la amabilidad de  Boris hizo que Gaby confiase en él ciegamente contándole lo mal que lo estaba pasando y las necesidades que tenía su familia.

—Yo te puedo ayudar, querida Gaby. 

—¿Cómo?

—Tengo contactos aquí y te puedo buscar un buen trabajo.

—Pero  no tengo dinero para el viaje.

—No te preocupes, yo te sufrago los gastos y ya me lo pagarás.

Gaby, anhelando poder salir de su pueblo, creyó en las promesas de Boris y decidió partir hacia España dejando a su madre sola, pero prometiendo que la ayudaría y conseguiría que se reuniese con ella lo antes posible. Cuando llegó a Madrid, Boris la estaba esperando en el aeropuerto. No se conocían en persona, solo a través de videollamadas o fotografías que se mandaban por correo. Cuando la vio llegar se quedó sorprendido al tener delante una mujer rubia, exuberante, de pechos grandes, caderas rotundas y buena estatura. La abrazó dándole dos besos sonoros en las mejillas. Ella se quedó encogida porque no se esperaba tan caluroso recibimiento.

—Vamos al coche —le dijo indicando la puerta de salida—. No puede estar aparcado más de quince minutos.

Ella iba deprisa observando todo con mucha atención; las idas y venidas de la gente, el tránsito que había le llamaban la atención al no haber estado nunca en un aeropuerto tan grande.

Cuando bajó del coche y Boris le señaló donde tenían que ir, se quedó muy sorprendida y algo asustada. Era un bar de copas situado en una calle a espaldas de la Gran Vía que, en aquel momento, se encontraba cerrado. Abrió la puerta con la llave que tenía en el bolsillo y la invitó a entrar. 

Era un sitio oscuro, con una decoración de estilo retro, con luces tenues que invitaban a la conversación íntima. Sofás de terciopelo rojo y un escenario con barra vertical de tubo acerado para realizar actuaciones. En las paredes algunos murales pintados con temática sexual y varias mujeres por allí con poca ropa  en plan soñoliento.

—¿Por qué me has traído a este lugar, Boris?

—Te dije que te iba a encontrar trabajo y aquí lo tienes. Te podrás ganar la vida y comenzar a pagarme lo que estoy haciendo por ti. 

Gaby se quedó estremecida con la respuesta.

—No fue eso en lo que quedamos —contestó con voz trémula casi a punto del llanto.

—Por supuesto que sí. Te dije que te iba a ayudar y aquí lo tienes. Un trabajo, refugio y un sueldo que me tendré que quedar hasta saldar tu deuda conmigo.

Boris Kasparov llevaba varios años viviendo en España. Primero estuvo afincado en la Costa del Sol y actualmente reside en Madrid. Es uno de los líderes de un grupo organizado en los países del Este que tiene estructura en España. Se dedica a la explotación sexual de mujeres para su propio enriquecimiento y el de la organización. Su habilidad para captar mujeres vulnerables en situaciones límite, a través de Internet, ofreciendo buenos trabajos,  hacía que la mayoría cayera en sus redes.

La llevó por una puerta lateral, camuflada, donde se entraba  lo que era la vivienda de las mujeres que trabajaban allí ejerciendo la prostitución. Una habitación grande, con una serie de camas puestas a lo largo, un aseo y un espacio apartado con utensilios de cocina donde podían hacer algo para comer. Todo ello vigilado por un guarda de seguridad de la confianza de Boris. Gaby se sintió morir al ver aquello. Su primera intención fue escapar de aquel horror, pero viendo que no podía, su fuerza y su instinto de supervivencia la hicieron irse adaptando.

Había quince compañeras en las mismas condiciones que ella. Adelina, Sofía, Irina y Ángela eran ya veteranas y la pusieron al día de todo lo que allí tenía que hacer para poder sobrevivir.  Todas tenían una historia a cada cual peor. Eran de todas partes del mundo, iberoamericanas, africanas, ucranianas. Todas con una deuda interminable. 

Al día siguiente, sin dilación, Gaby tuvo que empezar a trabajar en la prostitución. Estaba extremadamente nerviosa y los zapatos de tacón, que le habían proporcionado, le hicieron  dos ampollas en los pies. Era consciente de que estaba a punto de cruzar una línea de la que iba a ser difícil la vuelta atrás. 

En una parte de la barra la estaba esperando un hombre de mediana edad, calvo y gordo. Se fueron  a uno de los reservados. El desnudarse delante de un desconocido fue uno de los momentos más duros. Lo que llegó después fue terrible y nada más terminar tuvo que salir al baño para vomitar. Se miró al espejo y observó su piel de puta llorando con un desconsuelo infinito.

Los clientes del bar eran en su mayoría hombres casados, con familia, que recurrían allí por ocio, diversión y como decían, para huir de la rutina. Varios clientes fijos a los que les gustaba conversar para que les escucharan y otros que deseaban el riesgo, demandando relaciones sexuales sin protección con el peligro que eso conllevaba. También iban jóvenes que salían de juerga en grupo y terminaban pagando si no habían conseguido ligar en toda la noche. Una comunidad variopinta en la que para ellos las mujeres eran meros instrumentos a su servicio.

Así se iban sucediendo los días y cada vez le costaba más tener que prostituirse. Las compañeras más veteranas la ayudaban en todo lo que podían al verla tan joven y tan vulnerable, pero ella tenía un pensamiento fijo en su mente, poder escapar. 

Una de las noches cuando acababa de empezar el trabajo,  vio al final de la barra del bar un cliente nuevo que le estaba haciendo señas con una mano. Era joven, de unos 35 años, delgado, de pelo corto. Se acercó a él y la invitó a una copa. Sus maneras y su forma de expresarse no eran habituales en aquel ambiente. Se fueron al reservado; cuando ella se dirigió al cuarto de baño, él le dijo que no había prisa y que lo que deseaba era que conversaran los dos. Se sentaron sobre la cama, y él se limitó a preguntarle de dónde venía y cómo había llegado hasta aquí. Gaby se sorprendió al comprobar lo bien que se había portado con ella en esta situación tan extrema. Le dijo que se llamaba Javier y quedó en volver a  verla.

Javier Díaz era inspector de policía de la Comisaría de Centro. Estudió la carrera de Derecho y después hizo las oposiciones a policía nacional, llegando a Inspector jefe. Le gustaba ir a la peluquería que estaba en la Plaza de España de la que era propietario Antonio Ramírez. Desde el primer momento, le gustó el resultado del trabajo con su pelo y comenzó a ir asiduamente, entablando los dos una relación de amistad mutua. De vez en cuando quedaban fuera del trabajo para salir a divertirse. A Antonio le gustaba escuchar las historias que Javier le contaba sobre su trabajo. Situaciones muy complicadas las que vivía el policía y su grupo, como la que tenían ahora entre manos, una investigación de trata y narcotráfico de un grupo criminal del Este. Siempre iba con prisas a la peluquería pidiendo que por favor le atendiese rápido.

—Antonio, necesito un corte de pelo pero ya.

—Tendrás que esperar  porque tengo otro cliente delante de ti, que, por cierto, es Jonás, tu compañero.

No sabe cómo se las ingenia Javier porque siempre convence a quien tiene delante y consigue la atención en primer lugar. 

Antonio llevaba dos años en Madrid. Se vino desde Córdoba, su ciudad natal, para establecerse en la capital. Le iba muy bien el negocio porque era un gran peluquero y tenía muy buena clientela al estar en un sitio estratégico de la ciudad, en pleno centro. De la comisaría de Leganitos tenía numerosos clientes y algunos amigos como Antonio, el inspector jefe.

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Gaby nunca había podido imaginar lo que se escondía detrás de un club de alterne. El dinero que generaban con las consumiciones era todo dinero negro y cobraban hasta el agua. Tres veces por semana tenían servicio de peluquería que no era gratis, les descontaban el importe del servicio. Esa tarde no llegó el peluquero que iba de manera habitual, entrando uno nuevo llamado Antonio, siempre bajo la mirada implacable del guarda de seguridad.

Cuando comenzó a peinar a Gaby le conmovió su cara de tristeza. No podía comprender cómo ella estaba en esa clase de vida.

—Creía que el venir a España iba a poder ayudar a mi madre y todo ha sido un vil engaño.

—¿No tienes padre?

—Nos abandonó cuando yo tenía tres años y nunca más supimos de él.

—Es una lástima que hayas caído en este lugar, habiendo otros trabajos.

—Para soportarlo, cierro los ojos y no pienso en nada. 

Después de finalizar el servicio de peluquería, Antonio con disimulo, entregó unos papelitos muy doblados a varias de las compañeras y por último a Gaby. En los papeles estaban escritos unos números que parecían los de un teléfono. Les dijo que tenían que memorizarlos  y  ponerse en contacto con ese número después de destruir los papeles. Aprovecharon la salida del guarda de seguridad que acompañó al peluquero a la puerta para llamar a ese número desde el móvil oculto que tenía Ángela en su cuerpo. La señal de llamada se hizo interminable hasta que al otro lado del teléfono respondió una voz varonil. Se dio a conocer y le dijo su nombre: Javier.

Días después, en los medios de comunicación, se podía leer: «Varios agentes de la policía nacional, de paisano, han desmantelado una red de trata que se encontraba en el bar de copas «El chupito» en una calle aledaña a la Gran Vía de Madrid liberando a 15 mujeres víctimas de explotación sexual».